[Relato] Una muerte en la familia
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[Relato] Una muerte en la familia
Una muerte en la familia
Miguel Ortega intentaba descansar en el tren que le llevaba, a través de la Brecha, hacia Malifaux. La verdad es que no lo tenía fácil. Su elevada estatura, sumado al hecho de haber comprado uno de los peajes más baratos, no hacían tarea fácil el poder descansar algo en el traqueteante tren.
Para intentar evadirse del monótono paisaje, Miguel recordaba las indicaciones de su abuela. La pobre, temiendo que se metiera en líos con la ley después de verse obligado a matar en un duelo al hijo de un rico terrateniente, lo había enviado con su familia a Malifaux, con su tío “Loco” y el resto de su familia, incluida su famosa prima, la cazarrecompensas más letal a cualquier lado de la Brecha, Perdita Ortega. Miguel no la conocía personalmente, pero llevaba una carta de su abuela para ella, dónde le pedía que le admitiera en Látigo y cuidara de él. Miguel no creía que le hiciera falta que cuidaran de él… Era joven, fuerte y rápido, tanto con los puños como con las armas. Era esta velocidad la que creía que le permitiría progresar en Malifaux, y volverse un cazador de monstruos tan famoso como sus primos.
Estando como estaba absorto en sus ensoñaciones, Miguel apenas notó como el tren perdía velocidad poco a poco. Lo que sí que notó fue como una suave mano femenina le apretaba el brazo fuertemente, mientras un grito ahogado surgía de sus labios:
“¡Arcanistas!”
Miguel empezó a prestar atención; no se había encontrado nunca con los magos forajidos, pero sus historias sí que se conocían en la Tierra. Y, si había de hacer caso de lo que había escuchado, estaba claro que no había dos iguales. Así que este asalto podría resolverse tranquilamente (sobre todo en el vagón de Miguel, donde estaba claro que no había nada de valor que robar) o podía acabar siendo un baño de sangre…
Las manos de Miguel fueron, de manera instintiva, a sus armas. Llevaba dos colt del 45 colgados de su cintura, y sabía usarlos. Además, desde que habían pasado la Brecha notaba un cosquilleo en los dedos, una sensación extraña que se intensificaba al rozar sus revólveres…
El joven Ortega se incorporó levemente, vigilando atentamente la puerta por la que tendría que entrar su asaltante, suponiendo que llegaran hasta ese vagón. Un breve tiroteo en la parte delantera del tren hacían temer lo peor; tal parecía que sus asaltantes querían algo más que dinero… Se decía que las piedras de alma recuperaban su energía mágica en el momento de una muerte, y pudiera ser que estos asaltantes quisieran recargar las suyas…
La puerta se abrió de un portazo, enmarcando a un estrafalario personaje. Sombrero de copa, gafas de aviador, una extraña bufanda rosa al cuello y un raído chaqué color burdeos hacían que el individuo destacara en cualquier lugar. Pero no era su indumentaria lo que había llamado la atención de Miguel, si no el níveo resplandor de sus manos. Cualquier movimiento del asaltante dejaba una estela luminosa en el aire, además de un suave tintineo. No había ninguna duda de que el individuo era un mago. Aunque, en Malifaux, tampoco es que eso fuera demasiado novedoso…
- ¡Damas y caballeros, no teman! No he venido a robarles, si no a liberarles de la opresión del Gremio. ¿Qué como lo haré, se preguntan? Yo, el fabuloso Seamus, he venido a concederles el honor de morir por mí o, en el caso de las bellas señoritas que hay entre ustedes, unirse a mi harem… Pero no teman, no los mataré a todos. Sólo a dos de ustedes. Usted, señorita, es lo suficientemente bella como para cautivar mi mirada por toda la eternidad… ¿Tendría la bondad de unirse a mi harem?
La joven que estaba sentada al lado de Miguel se levantó, rígida, como si no fuera ella la que controlara sus movimientos. No podía gritar, pero sus ojos se fijaron en los de Miguel, en una muda súplica de ayuda. Un leve cabeceo sirvió para que la joven supiera que no estaba sola, y disipó en parte sus temores. Pero rápidamente perdió de vista al joven vaquero, ya que sus piernas la dirigían hacia donde Seamus la esperaba. Intentó gritar, pero no pudo. Lo único que podía hacer era intentar frenar sus movimientos, impedirlos de alguna manera, pero su voluntad no era lo suficientemente fuerte, y cada vez estaba más cerca de él. Un rápido vistazo le confirmó que el resto del vagón no haría nada. Todo el mundo conocía el nombre de Seamus, el Enemigo Público Nº1 en Malifaux, y nadie se atrevería a enfrentarse a él. Salvo que…
- Deje a la chica en paz, fantoche.
Miguel se había incorporado del todo, su enorme corpachón llenando todo el espacio libre del vagón. Seamus, sorprendido de que alguien se hubiera atrevido a enfrentarse a él, perdió momentáneamente la concentración, hecho que aprovechó la joven para esconderse en un asiento, dejando libre el pasillo.
- Ooooh, tenemos a un aspirante a cadáver en el vagón… Gracias, muchacho, me evitas el tener que escoger a nadie. – dijo Seamus, mientras aplaudía pausadamente al gigantesco joven. – Eso sí, como yo no vengo armado, ¿serías tan amable de acabar con tu vida tú mismo?
Miguel, sorprendido, vio como su mano derecha cogía el colt y, lentamente, lo dirigía hacia su sien con la clara intención de disparar. El joven empezó a luchar con todas sus fuerzas, intentando evitar morir bajo su mano. Con un esfuerzo sobre humano, centímetro a centímetro, consiguió bajar su brazo y mantener el revólver apuntado al suelo. Seamus intensificó el ataque, redoblando la intensidad mágica del hechizo con el que estaba intentando controlar al Ortega. Poco a poco, el revólver volvía a apuntar hacia la cabeza de Miguel. Todo parecía indicar que Seamus era demasiado poderoso para el recién llegado, cuando la mano izquierda de Miguel dejó de intentar oponerse a su diestra y bajó como un rayo hacia su segundo Colt. En cuestión de décimas de segundo, se oyeron dos disparos en el vagón. Los pasajeros, sorprendidos, no estaban seguros de a dónde mirar. Miguel tenía una pequeña herida en la sien, producto de una rozadura sin lugar a dudas. Pero, ¿qué pasaba con Seamus? En su vieja bufanda rosa había aparecido una pequeña flor rojiza, que poco a poco fue creciendo, mientras el famoso asaltante caía al suelo, ante la sorpresa de todos.
- Soy tejano, amigo. Demasiado tozudo como para dejar que me mate el primer fantoche que aparezca.
La joven, aún sorprendida sobre el resultado final del duelo, se acercó al cowboy para limpiarle la pequeña herida que se había hecho con su propio colt. Agradecido, Miguel tuvo la oportunidad de fijarse bien en ella por primera vez, quedando atrapado en la profundidad de unos ojos verdes que lo miraban con admiración y agradecimiento.
Mientras volvían a su asiento, la joven quiso agradecer a Miguel lo que acababa de pasar.
- Señor, le estaré eternamente agradecida por lo que acaba de hacer. ¡Ese loco de Seamus seguro que me hubiera matado para hacer que me uniera a su harem zombi! Oh, por cierto, no nos han presentado… Mi nombre es Bárbara Gordon – se presentó la joven, sonriendo con dulzura y timidez al joven cowboy.
- Mi nombre es… - intentó contestar Miguel, quedándose prendado de la belleza de la joven, admirando los reflejos de su pelo rojizo y el contraste de sus verdes ojos en su piel.- Miguel Ortega, señorita. Pero mis amigos me llaman Mike.
- Entonces espero poder llamarle Mike algún día, señor Ortega. – contestó, coqueta, miss Gordon. – Ahora mismo, ¡usted seguramente sea famoso! ¡Ha matado a Seamus, el sombrerero loco! Será más famoso que esa cazarrecompensas, Perdita Ort… ¡oh!
- Sí, señorita, Perdita es mi prima, y vengo a trabajar con ella como cazador. Pero dudo que ese sea el auténtico Seamus. – negó con la cabeza Mike. – Su magia no era la adecuada, si de verdad levanta zombis…
- ¿Entiende usted de magia, señor Ortega? Creía que quedaban pocos magos en la Tierra, y no esperaba encontrarme a uno venido de las praderas…
- Llámeme Mike, miss Gordon, y la verdad es que no, no entiendo de magia… pero estoy seguro de que este pobre tipo era un arcanista, un ilusionista, y no el Enemigo Público Nº1 cómo quería hacernos creer. Más bien creo que se aprovechaba de la reputación del auténtico monstruo para tener robos fáciles…
El tren se puso en marcha, llevando a Malifaux y a su destino a Miguel Ortega, futuro as del revólver y leyenda de Malifaux…
Miguel Ortega intentaba descansar en el tren que le llevaba, a través de la Brecha, hacia Malifaux. La verdad es que no lo tenía fácil. Su elevada estatura, sumado al hecho de haber comprado uno de los peajes más baratos, no hacían tarea fácil el poder descansar algo en el traqueteante tren.
Para intentar evadirse del monótono paisaje, Miguel recordaba las indicaciones de su abuela. La pobre, temiendo que se metiera en líos con la ley después de verse obligado a matar en un duelo al hijo de un rico terrateniente, lo había enviado con su familia a Malifaux, con su tío “Loco” y el resto de su familia, incluida su famosa prima, la cazarrecompensas más letal a cualquier lado de la Brecha, Perdita Ortega. Miguel no la conocía personalmente, pero llevaba una carta de su abuela para ella, dónde le pedía que le admitiera en Látigo y cuidara de él. Miguel no creía que le hiciera falta que cuidaran de él… Era joven, fuerte y rápido, tanto con los puños como con las armas. Era esta velocidad la que creía que le permitiría progresar en Malifaux, y volverse un cazador de monstruos tan famoso como sus primos.
Estando como estaba absorto en sus ensoñaciones, Miguel apenas notó como el tren perdía velocidad poco a poco. Lo que sí que notó fue como una suave mano femenina le apretaba el brazo fuertemente, mientras un grito ahogado surgía de sus labios:
“¡Arcanistas!”
Miguel empezó a prestar atención; no se había encontrado nunca con los magos forajidos, pero sus historias sí que se conocían en la Tierra. Y, si había de hacer caso de lo que había escuchado, estaba claro que no había dos iguales. Así que este asalto podría resolverse tranquilamente (sobre todo en el vagón de Miguel, donde estaba claro que no había nada de valor que robar) o podía acabar siendo un baño de sangre…
Las manos de Miguel fueron, de manera instintiva, a sus armas. Llevaba dos colt del 45 colgados de su cintura, y sabía usarlos. Además, desde que habían pasado la Brecha notaba un cosquilleo en los dedos, una sensación extraña que se intensificaba al rozar sus revólveres…
El joven Ortega se incorporó levemente, vigilando atentamente la puerta por la que tendría que entrar su asaltante, suponiendo que llegaran hasta ese vagón. Un breve tiroteo en la parte delantera del tren hacían temer lo peor; tal parecía que sus asaltantes querían algo más que dinero… Se decía que las piedras de alma recuperaban su energía mágica en el momento de una muerte, y pudiera ser que estos asaltantes quisieran recargar las suyas…
La puerta se abrió de un portazo, enmarcando a un estrafalario personaje. Sombrero de copa, gafas de aviador, una extraña bufanda rosa al cuello y un raído chaqué color burdeos hacían que el individuo destacara en cualquier lugar. Pero no era su indumentaria lo que había llamado la atención de Miguel, si no el níveo resplandor de sus manos. Cualquier movimiento del asaltante dejaba una estela luminosa en el aire, además de un suave tintineo. No había ninguna duda de que el individuo era un mago. Aunque, en Malifaux, tampoco es que eso fuera demasiado novedoso…
- ¡Damas y caballeros, no teman! No he venido a robarles, si no a liberarles de la opresión del Gremio. ¿Qué como lo haré, se preguntan? Yo, el fabuloso Seamus, he venido a concederles el honor de morir por mí o, en el caso de las bellas señoritas que hay entre ustedes, unirse a mi harem… Pero no teman, no los mataré a todos. Sólo a dos de ustedes. Usted, señorita, es lo suficientemente bella como para cautivar mi mirada por toda la eternidad… ¿Tendría la bondad de unirse a mi harem?
La joven que estaba sentada al lado de Miguel se levantó, rígida, como si no fuera ella la que controlara sus movimientos. No podía gritar, pero sus ojos se fijaron en los de Miguel, en una muda súplica de ayuda. Un leve cabeceo sirvió para que la joven supiera que no estaba sola, y disipó en parte sus temores. Pero rápidamente perdió de vista al joven vaquero, ya que sus piernas la dirigían hacia donde Seamus la esperaba. Intentó gritar, pero no pudo. Lo único que podía hacer era intentar frenar sus movimientos, impedirlos de alguna manera, pero su voluntad no era lo suficientemente fuerte, y cada vez estaba más cerca de él. Un rápido vistazo le confirmó que el resto del vagón no haría nada. Todo el mundo conocía el nombre de Seamus, el Enemigo Público Nº1 en Malifaux, y nadie se atrevería a enfrentarse a él. Salvo que…
- Deje a la chica en paz, fantoche.
Miguel se había incorporado del todo, su enorme corpachón llenando todo el espacio libre del vagón. Seamus, sorprendido de que alguien se hubiera atrevido a enfrentarse a él, perdió momentáneamente la concentración, hecho que aprovechó la joven para esconderse en un asiento, dejando libre el pasillo.
- Ooooh, tenemos a un aspirante a cadáver en el vagón… Gracias, muchacho, me evitas el tener que escoger a nadie. – dijo Seamus, mientras aplaudía pausadamente al gigantesco joven. – Eso sí, como yo no vengo armado, ¿serías tan amable de acabar con tu vida tú mismo?
Miguel, sorprendido, vio como su mano derecha cogía el colt y, lentamente, lo dirigía hacia su sien con la clara intención de disparar. El joven empezó a luchar con todas sus fuerzas, intentando evitar morir bajo su mano. Con un esfuerzo sobre humano, centímetro a centímetro, consiguió bajar su brazo y mantener el revólver apuntado al suelo. Seamus intensificó el ataque, redoblando la intensidad mágica del hechizo con el que estaba intentando controlar al Ortega. Poco a poco, el revólver volvía a apuntar hacia la cabeza de Miguel. Todo parecía indicar que Seamus era demasiado poderoso para el recién llegado, cuando la mano izquierda de Miguel dejó de intentar oponerse a su diestra y bajó como un rayo hacia su segundo Colt. En cuestión de décimas de segundo, se oyeron dos disparos en el vagón. Los pasajeros, sorprendidos, no estaban seguros de a dónde mirar. Miguel tenía una pequeña herida en la sien, producto de una rozadura sin lugar a dudas. Pero, ¿qué pasaba con Seamus? En su vieja bufanda rosa había aparecido una pequeña flor rojiza, que poco a poco fue creciendo, mientras el famoso asaltante caía al suelo, ante la sorpresa de todos.
- Soy tejano, amigo. Demasiado tozudo como para dejar que me mate el primer fantoche que aparezca.
La joven, aún sorprendida sobre el resultado final del duelo, se acercó al cowboy para limpiarle la pequeña herida que se había hecho con su propio colt. Agradecido, Miguel tuvo la oportunidad de fijarse bien en ella por primera vez, quedando atrapado en la profundidad de unos ojos verdes que lo miraban con admiración y agradecimiento.
Mientras volvían a su asiento, la joven quiso agradecer a Miguel lo que acababa de pasar.
- Señor, le estaré eternamente agradecida por lo que acaba de hacer. ¡Ese loco de Seamus seguro que me hubiera matado para hacer que me uniera a su harem zombi! Oh, por cierto, no nos han presentado… Mi nombre es Bárbara Gordon – se presentó la joven, sonriendo con dulzura y timidez al joven cowboy.
- Mi nombre es… - intentó contestar Miguel, quedándose prendado de la belleza de la joven, admirando los reflejos de su pelo rojizo y el contraste de sus verdes ojos en su piel.- Miguel Ortega, señorita. Pero mis amigos me llaman Mike.
- Entonces espero poder llamarle Mike algún día, señor Ortega. – contestó, coqueta, miss Gordon. – Ahora mismo, ¡usted seguramente sea famoso! ¡Ha matado a Seamus, el sombrerero loco! Será más famoso que esa cazarrecompensas, Perdita Ort… ¡oh!
- Sí, señorita, Perdita es mi prima, y vengo a trabajar con ella como cazador. Pero dudo que ese sea el auténtico Seamus. – negó con la cabeza Mike. – Su magia no era la adecuada, si de verdad levanta zombis…
- ¿Entiende usted de magia, señor Ortega? Creía que quedaban pocos magos en la Tierra, y no esperaba encontrarme a uno venido de las praderas…
- Llámeme Mike, miss Gordon, y la verdad es que no, no entiendo de magia… pero estoy seguro de que este pobre tipo era un arcanista, un ilusionista, y no el Enemigo Público Nº1 cómo quería hacernos creer. Más bien creo que se aprovechaba de la reputación del auténtico monstruo para tener robos fáciles…
El tren se puso en marcha, llevando a Malifaux y a su destino a Miguel Ortega, futuro as del revólver y leyenda de Malifaux…
Re: [Relato] Una muerte en la familia
La chica ha de llamarse necesariamente como Batgirl? INCHS!!!
Y las aventuras del andoba éste, el gran Mike Ortega, continuarán o sólo estará este relato?
Y las aventuras del andoba éste, el gran Mike Ortega, continuarán o sólo estará este relato?
deadeye- Barbie
-
Cantidad de envíos : 1257
Localización : On the Breach, como Chris Rea
Re: [Relato] Una muerte en la familia
¿Y me lo pregunta un batfan como tú? No me digas que no te suena el nombre del relato...
Además, cuando tuve claro que iba a ser pelirroja, sólo podía llamarse de dos maneras. Mary Jane o Barbara...
Y las aventuras de Mike seguirán, sí... La historia me durará dos o tres relatos más, tengo que acabar de decidirme...
Además, cuando tuve claro que iba a ser pelirroja, sólo podía llamarse de dos maneras. Mary Jane o Barbara...
Y las aventuras de Mike seguirán, sí... La historia me durará dos o tres relatos más, tengo que acabar de decidirme...
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